Seguí el sendero cubierto de un manto de hojas color ocre.
Vi la sombra de un viejo, y curtido roble.
El estaba allí silencioso e imponente.
Me acerque y al tocarle , conecte con el árbol, admire su quietud y silencio , lo mire y vi su belleza, escuche el ruido que hace.
Visualice la luz sobre las hojas y las muchas sombras, observe, y sentí entrar comunión con el árbol.
De porte frondoso, verde, que muestra todo su esplendor dirigiéndose a ese círculo de fuego, que algunas veces marchita sus hojas y otras las fortalece, y que el Rocío fresco de mañana purifica.
Ramas que seccionadas arrancadas que vuelven a brotar.
Tronco fuerte que aguanta, viento tormentas y marcas a punta de navaja que dejaron imborrables cicatrices las Iniciales de algún enamorado.
Raíces arraigadas a la tierra introducidas en el subsuelo, oscuro entrelazando como neuronas surcando caminos sorteando obstáculos penetrando en ellos sin miedo, en busca de tan preciado fluido vital el agua ,la esperanza de la vida. Su alimento.
Le abrace y sentí ser por un instante ,un bello y frondoso roble.

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